La mayoría de los textos definen a la pedagogía como el arte y la
ciencia de la educación. El concepto se arma sobre tres elementos perfectamente
discriminables: el arte, la ciencia y la educación. Debemos ahora estudiar qué
relación hay entre la ciencia y el arte de la educación y sobre todo si es
exacto hablar de un arte y de una ciencia educativa para definir dentro la pedagogía. Para ello, nos
interesa demostrar que:
No
corresponde hablar de la pedagogía como arte, sino como ciencia, porque consta
de verdades íntimamente relacionadas, basadas en principios ciertos y ordenados
metódicamente.
·
Es
lícito concebir a la pedagogía como ciencia, sin que por ello deje de ser técnica
·
A
la inversa, que el hecho de que la pedagogía sea técnica, no impide que sea
ciencia
·
La
pedagogía (en su acepción más amplia) puede también concebirse como filosofía y
como historia de la educación, según el punto de vista que se adopte.
LA PEDAGOGÍA CONCIDERADA ARTE
Los conceptos de arte son múltiples, especialmente si se toma el término
en su mayor generalidad. No obstante pueden reducirse a cuatro fundamentales:
1) Arte como actividad
2) Arte como conjunto de reglas
para la actividad
3) Arte como creación
4) Arte como expresión y
comprensión de belleza.
El arte es un hacer opuesto al obrar. El obrar consiste en el uso libre,
en cuanto libre, de nuestras facultades o en el ejercicio de nuestro libre
arbitrio, no con relación a las cosas u obras que producimos, sino simplemente
con relación al uso que hacemos de nuestra libertad. El hacer es la acción
productora considerada no con relación al uso de nuestra libertad, sino
puramente en relación a la cosa producida”. En síntesis: en su significación
más general (hoy poco usada) toda actividad que el hombre realiza y lo lleva a
producir algo es “artística”. Así entendido, el arte se identifica con la misma
práctica (praxis) y se distingue de la teoría, como contemplación.
El arte como actividad, la educación y la pedagogía
El concepto de arte como actividad nos lleva a negar la tesis que afirma
que la pedagogía es un arte. En cambio, no puede decirse lo mismo con respecto
a la educación. Es evidente que el educar es un hacer, una práctica, una
actividad que, intencionalmente o no, configura al hombre. Pero de ahí a
sostener que la pedagogía es una actividad, es decir, un arte, hay una gran
distancia, porque la pedagogía no es la educación, sino la disciplina que la
tiene como objeto de estudio.
Arte, experiencia y ciencia en la educación
Pero no debemos caer en los extremos y sostener la absoluta separación
entre la ciencia pedagógica y el arte educativo, entre la ciencia y la
experiencia educacionales. La educación es una tangible realidad de la vida
humana que se resuelve en una actividad consciente o inconsciente, según los
casos. En su forma consciente y sistemática el educador va acumulando una
experiencia personal que lo perfecciona por sí sola. En la forma inconsciente y
asistemática, la educación se origina en la experiencia humana misma. Si la
pedagogía quiere llegar a un auténtico conocimiento de esa realidad empírica
que es la educación, debe penetrar decididamente en ella y extraer de ella los elementos necesarios para construir un sistema
o una doctrina.
El arte, la práctica o la actividad educativa, son anteriores a la
teoría y a la técnica pedagógica. No sólo lógica, sino también cronológicamente
la realidad educativa precede a la pedagogía. La reflexión y la sistematización
han llegado tardíamente con respecto al hecho educativo, tan antiguo como el
hombre. Sin embargo debe destacarse su estrecha correlación: la práctica
alimenta a la teoría y la teoría debe volverse sobre la práctica para
enriquecerla.
La actividad educativa es una continua creación; por eso la educación es
un arte. El educador y el educando son individuos que dan cambiante forma a las
objetividades con las cuales trabajan. “La educación -dice Luzuriaga- no es una
obra automática, mecánica, sino que descansa en gran parte en la capacidad,
gracia y destreza del educador. El educador debe poseer ciertas condiciones de
artista, ser capaz de improvisar, de responder a situaciones nuevas, de
interpretar la realidad”. Como se observa, el tercer sentido del arte sólo es
válido en el campo de la educación y no en el de la pedagogía. Esta no puede
ignorarlo en tanto observa y describe su objeto, pero en sí no es un arte.
Además aquí su impotencia es mayor ya que no puede regular, mediante rígidos
principios, la individualidad creadora del educador. Sin embargo algo puede
hacer: informar sobre el método original de los grandes educadores evitando que
se pierda en el olvido, que muera con el maestro de excepción, incitando así a
nuevas creaciones, despertando energías a veces ocultas en los maestros
comunes.
Diferencias entre educación y arte
Tanto como semejanzas hay fundamentales diferencias entre la actividad
del educador y la del artista creador. Son distintos los materiales que
trabajan Y distinta la dirección de su trabajo. Mientras el creador de cultura
(artista, hombre de ciencia, político, filósofo, etc.) produce objetividades,
el educador debe partir de éstas, incorporándoselas para luego hacer la
subjetividad en los educandos. Los dos caminos son opuestos, por lo menos en un
gran tramo. Por otra parte, el educador trabaja con seres vivos dotados de
personalidad espiritual y de condiciones naturales, mientras que el artista
utiliza un material inerte en el cual plasma las formas por él concebidas o
proyectadas. El educador está más limitado en su acción que el artista. Su
tarea no es imponer a los educandos su personalidad, sino ayudar a que éstos
desarrollen la propia a partir de sus condiciones.
Educación y belleza
Con respecto al último significado de arte, como creación de belleza,
las diferencias con la educación surgen a primera vista. El artista persigue la
forma bella y su ser está tendido de manera exclusiva, o al menos
preponderante, hacia la realización de los valores estéticos. El educador, en
cambio, busca incorporar todos los valores, no sólo los estéticos, en el alma
de los seres en formación.
v
PEDAGOGÍA Y ESTÉTICA
Las semejanzas señaladas entre educación y creación han dado origen a
una corriente “esteticista” dentro de la pedagogía. Dicha dirección pretende
hacer de la estética una de las ciencias auxiliares básicas de la pedagogía. En
esa postura militan, entre otros, Ernst Weber con su obra La estética como
ciencia fundamental de la pedagogía, y Richard Seyfert con La lección escolar
como obra de arte. Ambos autores consideran que lo primero en la educación es
el estilo personal y la creación artística.
v
PEDAGOGÍA DEL ARTE
La educación artística o estética, como sector educativo, ha alcanzado
una extraordinaria importancia en nuestros días. En tanto la estética
constituye una de las esferas de la educación, a la vez que un poderoso medio
formativo, debe existir, y existe, una pedagogía del arte, o sea un conjunto de
medios para cultivar los valores con él relacionados, además de ordenadas re-
flexiones en torno al significado de esos valores para el desarrollo humano. En
este aspecto se han dado dos direcciones: 1) la educación para la creación
estética; y 2) la educación para la contemplación y el goce estéticos. La primera
es más difícil de realizar, porque no puede trasmitirse la fuerza, la
inspiración creadora del artista a quien no esté dotado para contenerla en su
intimidad, aunque en posesión de ella el educador puede cultivarla. En cambio,
es más factible desarrollar el sentido estético que capacita al ser para entrar
en contacto con la obra bella.
LA PEDAGOGÍA COMO TÉCNICA
LA PEDAGOGÍA COMO TÉCNICA
En el punto anterior muchas veces la técnica ha demostrado su derecho a
ingresar en la definición de la pedagogía, como sustituta del arte. Pasemos,
pues, a determinar hasta qué punto sus reclamaciones son fundadas y atendibles.
CONCEPTOS DE TÉCNICA
Entre los diversos conceptos de la técnica, se destacan tres:
- Conjunto de procedimientos de
que se vale la ciencia, o el arte, para lograr un determinado resultado.
En general es un “recurso” que el hombre utiliza como medio para alcanzar
un objetivo, en especial su bienestar, suprimiendo ciertas necesidades
(Ortega y Gasset). Así entendida la técnica realiza siempre valores
utilitarios, y no trasciende la esfera de los medios o instrumentos
- Bien cultural, es decir, uno de
los sectores diferenciados de la cultura objetiva de un pueblo o de la
humanidad, (por ejemplo: “la técnica norteamericana” o “la técnica de
nuestro tiempo”). Desde este punto de vista la técnica representa el
conjunto de progresos materiales acumulados por el hombre, el que según
algunos autores, marcha mucho más adelante que los progresos espirituales
- Dominio acabado de algún
territorio cultural, es decir conocimiento científicamente fundado.
Estamos en esta acepción cuando decimos que alguien “es técnico en la
materia”, en la medida’ en que conoce a fondo esa materia.
De los tres
significados comenzamos por descartar el tercero, no sólo por ser más propio
del lenguaje vulgar, sino porque es innecesario insistir en la importancia de
que el educador y el pedagogo conozcan a fondo su profesión o su disciplina.
Arte y técnica
Las relaciones entre el arte y la técnica se ofrecen a simple vista.
Cualquiera de los sentidos del arte se conecta con la técnica en su primer
significado. Toda actividad para poder cumplirse con eficacia necesita de la
técnica, es decir de una serie de normas. También toda creación, aún en su
forma estética, se sirve de la técnica para mejor manejar los materiales con
que trabaja el artista (por ejemplo: la “técnica de la música” o la “técnica de
la pintura”). Pero hay diferencias capitales, especialmente si nos referimos al
arte como actividad. La técnica es más científica, pues no existen reglas para
una actividad sin un previo conocimiento de la misma. La técnica deriva del
conocimiento científico que, como tal, es puro y desinteresado, y que, por
medio de la técnica se convierte en aplicado. La práctica provee de problemas a
la ciencia y ésta modifica la realidad a través de la técnica.
La técnica se ubica, pues, en la mitad del camino por el cual la teoría
regresa a la práctica, y participa de las dos. Es el intermediario que permite
a la primera llegar a la segunda y transformarla.
En su primer sentido la técnica representa procedimientos, recursos o
medios para alcanzar un fin. Esto limita nuestro campo de acción pues ya no
podemos salimos de la forma sistemática de la educación. En efecto, decir que
la técnica es un recurso para alcanzar un fin, supone la presencia previa de un
objetivo consciente. Por consiguiente: las relaciones entre técnica y educación
sólo se comprenden desde el punto de vista de la educación intencional. Por el
sólo hecho de tratarse de una actividad consciente está orientada conforme a
determinados principios, y se mueve con determinados procedimientos o métodos.
Estos recursos constituyen la técnica educativa que trabaja únicamente con
medios; es apenas un instrumento al servicio de objetivos que la trascienden.
Educación y técnica
De la existencia de una técnica educativa no puede concluir- se la
identidad de educación y técnica. Ambas’ designan procesos distintos cumplidos
sobre materiales diferentes con objetivos también diferentes. Una como otra son
“acciones” que se realizan sobre algo, pero mientras la técnica se agota en esa
acción, la educación tiende a perdurar, a dejar huellas en el espíritu del ser
que influye. Por otro lado la acción del técnico se ejerce sobre cosas,
mientras que la del educador está dirigida a personas. La técnica trabaja con
fines que ella no formula; la educación hace del fin uno de sus problemas
fundamentales, sin contar con que ese objetivo puede encontrarse dentro del
mismo proceso educativo. Mejor aún: mientras la educación trabaja con fines, la
técnica se construye sobre medios. “La técnica -ha dicho Luzuriaga —es, ante
todo, aplicación; la educación es, esencialmente, formación y creación”. En
cuanto a los objetivos las diferencias son todavía más claras: la técnica persigue
la realización de valores útiles; la educación busca el cultivo de todos los
valores en el alma del ser inmaduro. Puede emplearse aquí, sustituyendo los
términos, los mismos argumentos dados para señalar las diferencias entre
educación y arte.
SI hay una técnica educativa, y es propio de la técnica realizar valores
de utilidad, ¿en qué sentido ha de entenderse esta utilidad en el dominio
pedagógico? En general se considera resultado útil al que se obtiene en el
menor tiempo posible y con el menor esfuerzo posible. Sin duda alguna los
medios pedagógicos se perfeccionan en busca de un éxito más rápido y eficaz,
pero no debe ser el tiempo el primer índice de la “utilidad pedagógica”
(Pestalozzi decía que en la educación “perder el tiempo es una forma de
ganarlo”, sino la eficacia. Importa una educación efectiva y adecuada, y si es
posible, directa y rápida.
La técnica educativa no está en la práctica educativa aunque a través de
la ciencia, de ella ha surgido y a ella esté dirigida. El educador experimenta
el valor de las técnicas en la práctica, pero las pide a la ciencia de la
educación quien a su vez necesita formularlas para ponerse en contacto con la
realidad. Las técnicas proceden de la teoría o, mejor dicho, la teoría provee
de normas y de principios reguladores a la acción educativa. En este sentido es
que puede decirse que la pedagogía es una técnica: la técnica de la educación.
Veremos luego que no es sólo eso, pero por el momento nos basta con lo
expresado.
v
PEDAGOGÍA DE LA TÉCNICA
Tomemos ahora el significado de la técnica como bien cultural. Así como
existe una educación para el arte, también la hay para la técnica, y si hay una
pedagogía del arte debe ser lícita una pedagogía de la técnica. Los temas que
la pedagogía debe desarrollar en este campo son fundamentalmente dos: valor de
la técnica para la formación del hombre, y medios para la formación del
técnico. La importancia de esas cuestiones, sobre todo en nuestra época,
justifica la existencia de una pedagogía de ese tipo.
Actualmente, y desde lo relativo a un mejor conocimiento del educando
(con el auxilio de la psicotecnia, por ejemplo) hasta lo que se refiere a la
construcción de edificios escolares más adecuados a su misión, la técnica, en
su más amplio alcance, se ha puesto al servicio de la educación. De esta manera
nada impide decir que gracias a los progresos de la técnica hemos logrado un
cierto “bienestar educativo” que permite la solución de los pequeños problemas
instrumentales y que dejará más tiempo para que el educador sea lo que debe
ser: un formador de almas. Las cuestiones de organización y de métodos dejan,
paulatinamente, de ser impedimentos para la consecución de fines que únicamente
a la educación, como tarea humana, le competen. Siempre habrá problemas de
medios porque habrá siempre nuevas realidades y nuevos objetivos, pero muchas
trabas han sido superadas. Al mismo tiempo la incidencia de la técnica sobre la
educación demuestra cada vez más que la educación no es problema que pueden
resolver los especialistas aislándose de todo otro aporte. De los más diversos
sectores pueden venir respuestas, y multitud de disciplinas rodean a la
pedagogía ayudándole a descubrir territorios vírgenes que los pedagogos del
siglo pasado, para no ir más lejos, ni siquiera habían soñado.
LA PEDAGOGIA COMO CIENCIA
La definición de la pedagogía como técnica o, si se quiere, como
tecnología de la educación, es válida siempre y cuando no se haga de ella la
única, ni se la utilice como argumento para negar el valor y las posibilidades
teórico-científicas de nuestra disciplina, posibilidades que no pueden
discutirse y que están incluso reconocidas por el concepto más común de la
pedagogía. La conciencia de esos límites no puede obtenerse más que por la
investigación del alcance que la pedagogía tiene como ciencia de la educación.
Como en el caso del arte educativo y de la técnica pedagógica, también aquí
debemos partir de una idea general para determinar de qué manera la pedagogía
pertenece a ella.
v
CONCEPTOS DE CIENCIA
De la ciencia hay, en verdad, dos ideas: una que la define como
conocimiento positivo de determinados hechos; otra que la presenta como
reflexión problematizadora ansiosa de apresar la totalidad de lo real. La
primera idea toma cuerpo en las ciencias naturales y espirituales (o culturales
o humanas) que se limitan a describir los hechos y fenómenos y a buscar sus
relaciones legales; la segunda se refiere a la ciencia como especulación sobre
las causas últimas, sobre los fundamentos de la realidad, esto es, a la
filosofía. Ambas representan, a su manera, un saber desinteresado que no aspira
más que a reflejar su objeto, parcialmente en un caso, totalmente, en el otro.
Por eso en ambas concepciones la ciencia es teoría (damos a esta palabra su
significado etimológico: del griego teoreim = contemplación) que, a la vez,
puede ser científica, en sentido estricto (conocimiento de hechos por medio de
la observación de la experiencia) o filosófica. En este punto nos ocuparemos de
la ciencia en sentido estricto, dejando para el siguiente la presentación de la
pedagogía como teoría filosófica.
Pues bien, de la ciencia positiva también hay dos conceptos: uno amplio
y otro restringido. Según el criterio restringido, la ciencia persigue la
formulación de leyes (relaciones necesarias entre fenómenos) expresables en
términos matemáticos. “Ciencia dice Alejandro Korn es la matematización de la
realidad”. Este concepto ya había sido expuesto por Aristóteles al no aceptar
más ciencia que la de lo general, es decir universal, más de tres siglos antes
de Jesucristo, y alcanzó inconmovible validez con la concepción
mecánico-matemática del mundo del siglo XVII, y con la filosofía de Kant en el
siglo XVIII. El criterio amplio, en cambio, no exige la matematización; le
basta con la presencia de métodos, de un objeto y de un sistema propio. Con
este criterio ha dicho Erich Becher que la “ciencia es un conjunto de
conocimientos verdaderos y probables, metódicamente fundados y sistemáticamente
dispuestos según los grupos naturales de los objetos”. Este es un concepto más
moderno hijo de la necesidad de dar validez a las ciencias no- naturales, es
decir a las “ciencias humanas”.
El significado restringido de la ciencia tiene el valor de hacer de ésta
un conocimiento exacto de la realidad, y de servir al hombre para prever el
futuro en tanto introduce una matemática uniformidad en el orden de la
naturaleza. Pero es impotente para insertar, por sí sola, ese mismo orden en el
campo de lo humano espiritual. De ahí que su radio de acción sea restringido
nada más que a determinadas ciencias, como las matemáticas, la física, la
química y, en gran parte, a la biología. No caen en su jurisdicción disciplinas
como la psicología, la historia, la sociología y la pedagogía, con objetos
diferentes a los de las mencionadas en primer término. Se hace, pues,
imprescindible ampliar la extensión del concepto de ciencia de manera que la
exigencia matematicista no sea el único canon para determinar la cientificidad
de un conocimiento. Puede éste no buscar la ley y tener un dominio preciso,
métodos propios y capacidad para culminar en un sistema.
v
LA PEDAGOGÍA SÓLO PUEDE SER CIENCIA EN UN SENTIDO AMPLIO
La pedagogía tiene por objeto a la educación. Esta se nos ha ofrecido
como una tarea y como una realidad humana, individual y social, lo que
significa que el solo esquema matemático no puede dar cuenta de ella. No quiere
esto decir que no tenga ningún contacto con las ciencias naturales, pero en sí
la pedagogía no puede ser comprendida en el concepto restringido de la ciencia.
Justamente la aplicación del criterio naturalístico es una de las causas de su
demora en constituirse como disciplina autónoma, y esta aplicación se ha
mantenido hasta hace poco. Por eso es una ciencia reciente, aunque la educación
haya nacido con el hombre.
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