APUNTES SOBRE
LA HISTORIA DE LA EDUCACIÓN
Y LA PEDAGÓGÍA
Existen muchos criterios para la división de la historia de la educación
y la pedagogía. Así por ejemplo, existen quienes consideran los hitos que tuvo
en su desarrollo este quehacer humano, la aparición y descrédito de las grandes
corrientes pedagógicas; hay otros autores que dividen siguiendo el criterio de
la división política de la Historia: en Prehistoria e historia, ésta, a su vez,
en cuatro edades: Antigua, Media, Moderna y Contemporánea.
Nosotros utilizando el segundo criterio, iniciaremos nuestro recorrido
describiendo las características del hecho educativo en los pueblos primitivos
1. EDUCACIÓN EN LA PREHISTORIA: LOS PUEBLOS
PRIMITIVOS
Es imprescindible hacer una aclaración previa de la diferencia que
existe entre Educación Espontánea y Educación Sistemática. En la primera, la
educación se opera como una simple influencia, no intencionada, de la
generación anterior en la que la sigue, del adulto en el niño, en el trato
cotidiano, en la vida diaria; en cambio, la Educación Sistemática supone una
labor formativa intencional y planificada.
La Educación Espontánea es propia de los pueblos primitivos. Esto no
supone que en la actualidad no exista esta modalidad de educación; todo lo
contrario, existe y con mucha fuerza. Es la influencia que reciben los niños en
la vida familiar, en las calles, los espectáculos públicos, etc.
Entre los pueblos primitivos la incorporación de los niños y
adolescentes a la cultura de sus mayores, al “saber” de su tiempo, al dominio
de las actividades, ocupaciones y técnicas de su comunidad lo hacían a través
de la observación diaria, de la imitación de sus mayores y la participación
cotidiana en los quehaceres de su comunidad. El niño asimila y se incorpora a
la cultura de su pueblo desde cuando se halla en los brazos maternos, cuando
hace vida de hogar, junto a su madre hasta los cinco a seis años, y, más tarde,
cuando acompaña a su padre a la caza y en las faenas agrícolas y ganadera. Es
decir, usando el lenguaje grato de la pedagogía moderna, podríamos decir que,
en esos tiempos, la educación “era en la vida, y para la vida”; donde los niños
aprenden haciendo. En esta forma, la observación, la imitación, la repetición,
el hacer, constituyen verdaderos procedimientos y recursos de aprendizaje en
esos lejanos tiempos. Fue, pues, una educación eminentemente práctica y
utilitaria, a la vez que tradicionalista, en cuanto sus aprendizajes diarios
eran rutinarios, repeticiones de las mismas actividades, bajo las mismas
formas, tomando como normas de vida las prácticas y costumbres del pasado.
Como culminación de esta formación doméstica, tradicionalista y práctica
de la educación en los pueblos primitivos, con alcances universales, solía
practicarse las ceremonias de iniciación, actos acompañados de ritos y símbolos
de carácter predominantemente mágico-religioso, que marcaba frecuentemente el
comienzo de la adolescencia. Según Pierre Mendousse la iniciación perseguía una
triple finalidad:
a) Exaltar en el joven, el valor, en sus diversas formas.
b) Fortalecerlo físicamente, prepararlo contra el dolor y la necesidad.
c) Iniciarlo en las creencias, tradicionales y otros conocimientos de
los cuales depende la sobre vivencia y la felicidad del grupo.
Así, por ejemplo los clanes australianos sometían al adolescente a toda
suerte de pruebas, castigos, halagos, amenazas, ruegos, etc. Para saber hasta
donde llegaba su resistencia mental a la persuasión.
En las islas Polinesias y Melanesias, se daba mayor importancia a la
iniciación intelectual. Apenas aparecía la barba en los adolescentes, se les
secuestraba a un lugar convertido en tabú, donde se les instruía sobre las
reglas morales, o las leyendas sagradas, especialmente las que se refieren a
las plantas y animales totémicos, a las que se agregaban conocimientos
destinados a realzar el valor de la función sexual.
2. LA EDUCACIÓN EN LA
EDAD ANTIGUA
La Edad Antigua, término que corresponde a un periodo cronológico
delimitado entre la prehistoria y la edad media, se caracteriza por la
aparición y consolidación de una serie de fenómenos, tales como la
sedentarización y la creación de las ciudades, la aparición de una organización
social más compleja (relativamente asimilable al actual concepto de Estado) y
el inicio del uso de la escritura. Este último criterio no ha sido considerado
sólo como marca del comienzo de la edad antigua desde un plano metodológico, es
decir, por la irrupción de las fuentes escritas en el estudio de la historia frente
a la exclusividad de las fuentes arqueológicas para el conocimiento de la
prehistoria, sino por lo que supone el uso de la escritura en sí misma como
instrumento de poder y de organización, como forma de expresión y el modo en
que refleja el cambio en la concepción del mundo, vinculados a los procesos
anteriormente enunciados.
A partir de estos criterios, los datos arqueológicos disponibles sitúan
el inicio de la antigüedad en Oriente Próximo y en Egipto hacia finales del IV
milenio a.C., mientras que en Grecia y Roma se situaría a mediados del II
milenio a.C. y a mediados del I milenio a.C., respectivamente (Biblioteca de
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